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‘Están destruyendo nuestro talento’: el caso de la velocista Maximila Imali


Maximila Imali, una de las mejores velocistas kenianas, no perdió su derecho a competir en los Juegos Olímpicos de París por haber hecho trampa. No reprobó ningún control antidopaje. No infringió ninguna regla.

En cambio, está a punto de no asistir a los Juegos Olímpicos de este año por haber nacido con una rara variante genética que produce niveles elevados de testosterona de manera natural. Y en marzo del año pasado, el organismo rector del atletismo mundial decretó que la biología de Imali le daba una ventaja injusta en todas las pruebas contra otras mujeres, por lo que en esencia le prohibió participar en competencias internacionales.

Como resultado, el sueño olímpico de Imali, de 27 años, corre peligro y deja en el limbo su carrera y modo de ganarse la vida.

A menos que esté dispuesta a suprimir sus niveles de testosterona con medicamentos —algo que no acepta— o que salga victoriosa de la apelación que presentó contra la nueva normativa, ella y otras atletas intersexuales tendrán prohibido competir en todas las pruebas de carreras, saltos y lanzamientos conforme a las reglas cada vez más restrictivas y polémicas que rigen el atletismo femenino.

La legalidad de esas reglas se ha debatido a medida que han ido evolucionando y que los órganos rectores de los deportes han intentado equilibrar el juego limpio en el deporte femenino con los temas complicados del sexo biológico y la identidad de género. Sin embargo, la aplicación de las reglas sigue causando confusión a las afectadas: a veces, los cambios a las reglas se hacen con poca o ninguna advertencia; hay carreras que dan un giro abrupto a la fuerza o terminan en su punto más alto; además de vergüenza, humillación y temor por la seguridad personal.

“Están destruyendo nuestro talento y dignidad”, declaró Imali en una reciente entrevista en video sobre su apelación. Señaló que no debían castigarla por haber nacido así, porque no había hecho nada malo.

“Dios me dio este talento”, agregó, “y lo estoy usando de la forma correcta”.

El impacto preciso de la testosterona y su capacidad para aumentar la musculatura en el rendimiento atlético de élite sigue sin resolverse. World Athletics, el órgano rector del atletismo, ha argumentado que las atletas intersexuales existen en los deportes de élite a un nivel exponencialmente superior que en la población femenina general. No obstante, en 2021, los altos funcionarios médicos de la organización reconocieron que pueden demostrar una relación asociada, pero no causal, entre los niveles de testosterona y el rendimiento atlético en las mejores atletas.

A pesar de la incertidumbre, el atletismo ha impuesto restricciones cada vez más rígidas que han interrumpido o alterado las carreras no solo de Imali, sino también de grandes estrellas como Caster Semenya de Sudáfrica, bicampeona olímpica, y Francine Niyonsaba de Burundi, medallista de plata en las Olimpiadas de 2016.

Para continuar su carrera de élite, Imali podría modificar su cuerpo con medicamentos o intentar competir contra hombres, otra posibilidad que rechaza de manera rotunda (“Soy mujer”, afirmó). En cambio, apeló ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo, con sede en Suiza, el árbitro final de los litigios deportivos mundiales. Sus abogados afirmaron que hay una audiencia programada para la primavera.

Imali ha recibido asistencia jurídica del tribunal para ayudarla a cubrir los costos del arbitraje y sus abogados trabajan de manera gratuita. Sin embargo, el proceso de la apelación sigue costando decenas de miles de dólares, dinero que ella asegura no tener, por lo que está intentando pagar su impugnación mediante financiamiento colectivo.

“El acceso a la justicia es un grave problema”, afirmó James Bunting, uno de los abogados de Imali en Toronto.

Sin un fallo a su favor, Imali no puede competir en pruebas nacionales ni internacionales, las cuales podrían generar premios en dinero o contratos de patrocinio. Al mismo tiempo, ella y su pareja están teniendo dificultades para mantener a su hijo de 4 años, cuidar de su abuela, así como pagar la renta y la educación de sus dos hermanas menores.

El caso involucra a atletas nacidas con un trastorno genético conocido como 46, XY DSD. Los atletas con el rasgo 46, XY DSD tienen genitales que no son típicos de hombres o mujeres; un cromosoma X y un cromosoma Y en cada célula, el típico patrón masculino, y niveles de testosterona en el rango masculino.

Imali creció en la aldea de Moiben, Kenia, criada en una familia —madre, abuela, dos hermanas y un primo al que consideraba como un hermano— que no todos los días podía proveer comida suficiente para todos. Imali contó que correr fue su oportunidad para tener esperanza.

En 2014, a los 18 años, calificó a los 800 metros en los campeonatos mundiales juveniles de atletismo. Sufrió una distensión en los isquiotibiales durante la final y se retiró, pero el hecho de haber quedado entre las corredoras más rápidas del mundo en su grupo etario la motivó.

Sin embargo, varios meses después, su optimismo quedó destrozado. Imali afirmó que los médicos y las autoridades afiliadas a Athletics Kenya, el órgano rector del atletismo en su país, le aseguraron que no estaba autorizada para seguir compitiendo. En un hospital de Nairobi, la capital, contó que tuvo que quitarse la ropa y someterse a una exploración —una historia conocida entre las atletas intersexuales— y, luego, un médico le dijo que podía pagar para someterse a una cirugía que la convertiría en una “chica pura”.

Imali dijo que estaba confundida. Señaló que nunca había recibido ningún documento ni resultado de pruebas y que, en el hospital, tan solo le habían dicho que tenía altos niveles de testosterona. Su madre le aseguró que era una chica y hasta entonces nadie, ni siquiera ella, lo había cuestionado. Rechazó la cirugía.

“No puedo simplemente destruir mi cuerpo”, comentó.

En 2015, el Tribunal de Arbitraje Deportivo suspendió las restricciones del atletismo que en ese momento afectaban a las competidoras con niveles elevados naturales de testosterona, un trastorno conocido como hiperandrogenismo. El tribunal, en un caso que involucró a una velocista india, no encontró evidencias suficientes para determinar que las atletas hiperandrogénicas tenían una ventaja de rendimiento tan grande como para prohibirles competir contra mujeres.

El fallo significó que Imali era libre de correr nuevamente, pero pronto encontró un obstáculo personal: tuvo que abandonar el deporte por un tiempo para cuidar a su madre, quien enfermó y luego murió en agosto de 2016. La causa fue un tumor cerebral, afirmó Imali, pero se culpó a sí misma por causarle tanto estrés a su madre.

En 2017, Imali reanudó su carrera y se clasificó para el Campeonato Mundial de Atletismo en los 400 metros. No obstante, su carrera volvió a tambalearse y se detuvo en 2019 después de que el atletismo buscó imponer nuevas restricciones y Semenya perdió en una decisión histórica en su propio caso.

En ese caso, el tribunal de arbitraje, en una votación de 2-1, confirmó la prohibición a las atletas intersexuales en pruebas desde los 400 a los 1600 metros —donde su ventaja en fuerza, masa muscular y capacidad para transportar oxígeno se consideraba más pronunciada— a menos que redujeran sus niveles de testosterona al rango femenino. La decisión impidió que Semenya defendiera su título de 800 metros en los Juegos Olímpicos de Tokio.

En ese momento, el tribunal reconoció que la sentencia era discriminatoria, pero afirmó que era “necesaria, razonable y equilibrada” para garantizar la “igualdad de condiciones” en las competencias femeninas.

Tras tener prohibido participar en las categorías que más conocía, Imali se cambió a carreras más cortas. En 2022, estableció los récords kenianos en 100 y 200 metros y ganó una medalla de plata en los 200 metros en los campeonatos africanos. Sin embargo, en marzo de 2023, su carrera se interrumpió de nuevo, tal vez de manera definitiva.

En una extensión de sus restricciones existentes, World Athletics anunció que las atletas intersexuales no podían competir en todas las pruebas femeninas a menos que redujeran sus niveles de testosterona a 2,5 nanomoles por litro, la mitad de lo que se permitía antes.

Las restricciones más duras llegaron después de que dos atletas intersexuales tuvieron desempeños impresionantes en pruebas de los Juegos de Tokio 2021 que no se habían restringido hasta ese momento: Christine Mboma, de Namibia, quien ganó una medalla de plata en los 200 metros a los 18 años, y Niyonsaba, quien terminó en quinto lugar en los 10.000 metros.

Sebastian Coe, presidente de la World Athletics, afirmó que ninguna atleta en específico había provocado el endurecimiento de las reglas de idoneidad. No obstante, señaló que, sin ellas, “ninguna mujer volvería a ganar otra competencia deportiva”.

Imali mencionó que el cambio en las reglas la había dejado impactada, pero que también se sentía insegura. La gente se burla de ella y la llama “hombre”, relató. Teme perder su trabajo en el servicio de la policía de Kenia, una ventaja de su carrera como corredora que, sin tomar en cuenta el atletismo, es el único medio para mantenerse y mantener a su familia.

“No me están destruyendo solo a mí”, afirmó. “Están destruyendo a las personas que dependen de mí”.

Durante su apelación, se espera que sus abogados argumenten que no existen pruebas suficientes para demostrar que las atletas intersexuales tienen una ventaja injusta en todos los eventos de atletismo. Hasta entonces, Imali y otras atletas afectadas enfrentan lo que dicen que es una elección imposible: someterse a tratamientos para mantener niveles más bajos de testosterona, que según ellas son innecesarios y potencialmente dañinos, o renunciar a sus medios de vida.

“Deben comprender que somos humanos”, dijo Imali, “y deben respetar los derechos humanos”.

Jeré Longman cubre deportes internacionales, centrándose en temas competitivos, sociales, culturales y políticos en todo el mundo. Más de Jeré Longman



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